diciembre 05, 2014

Un tributo a Pibo: Tanto amor




Te dejé ir el sábado 22 de noviembre y no voy a mentir, te llevaste un pedazo de mí contigo. Pero está bien, te lo ganaste. Te escribo para contar todo lo que fuiste y sobre todo lo que seguirás siendo para mí y para nuestra familia.


Pibo, Pibo, tanto amor. Me diste 9 años de puro amor, libre e incondicional. 9 años de hermosos momentos, de risas y de sorpresas. Te desee tanto durante tantos años, que cuando llegaste fuiste mi mejor amigo, mi compañero y mi hermano.


Hay tantas cosas que recuerdo de ti y que te hacían un Pibo, tus orejas largas, tus patitas peludas, tu pelo rubio, tu personalidad cariñosa y tranquila. Siempre me preguntaban ¿es bravo? y yo decía "Pibo no mata ni una mosca" y era verdad, aunque mi papá "te enseñó" a cazar, no era tu fuerte. Más bien te destacaba esa curiosidad de mirar por la ventana y ser el primero en saber quién llegaba.
Cómo olvidar esa palabra prohibida: "vamos"... salías disparado a la puerta.


Invadías mi espacio personal todo el tiempo, donde yo estaba tu querías estar, ponía una cartulina en el suelo para dibujar y te acostabas encima, te dejaba la ventana derecha del carro y te subías encima mío porque querías la izquierda, te acostaba en el final de la cama y te acostabas en mi almohada; siempre era mejor estar donde yo estaba.


Me enseñabas que linda podía ser la vida, disfrutando al máximo de dormir, de comer torta en cada cumpleaños, de pasar en familia, de ser feliz visitando buenos lugares, jugando en la playa. Todo es sencillo si de verdad disfrutas lo que tienes, y tú nos tenías a nosotros.


Me hacías una mejor persona. No lo voy a negar a veces estaba cansada para sacarte a pasear o tenía ganas de seguir durmiendo los domingos en lugar de bañarte, pero estabas ahí y lo merecías todo. Me enseñaste a cuidar, a ser responsable y a sentir el peso y el valor que significaba tener una vida a mi cargo. Sobre todo me enseñaste a compartir y a no ser egoísta, a amar tener que darte un pedazo de mi sánduche cuando tenía mucha hambre y a dormirme pegada a la pared porque estabas profundamente dormido en toda mi almohada, y todo esto sin sentir ni un centímetro de arrepentimiento. Aprendí a ser buena y a intentar con todas mis fuerzas de hacerte sentir bien incluso cuando ya no lo estabas, porque tu así lo hacías conmigo.


Me mostraste como podía ser mi primera pequeña familia, primero por mucho años tú y yo y luego con Edwin :) Compartimos muchos momentos juntos y nos acompañaste en muchas cosas. Eramos un todo, un algo, al menos así lo sentía. Llegábamos y te acostabas en el mueble a nuestro lado e incluso escuchabas nuestras conversaciones. Se te caía la cabeza del sueño cuando nos amanecíamos con trabajos pero siempre estabas ahí. Una pequeña familia, dentro de una inmensa, porque siempre tenías el cariño de todos los que vivían contigo en la casa.


Y para terminar (porque este post podría ser eterno) nos diste tanto cariño y tantos besos a cada uno de nosotros, que eras en realidad la felicidad de nuestra casa. Por eso, como alguien me dijo, cuando despiertes en una nueva vida, serás un alma buena y serás feliz.

SHARE:

4 comentarios

  1. Pauli, que lindo post. Sé lo que es querer con todo el corazón a un perro, aunque yo no pude disfrutarlo tanto como tú a Pibo. Me alegro que hayas tenido un amigo así en tu vida, recuerdalo siempre, el te estará esperando en el lugar donde está ahora. Gracias por compartir!

    ResponderEliminar
  2. Se me partió el corazon al leer este post yo tengo aun a mi perrita y la amo con mi vida! A veces uno no se da cuenta como lo vida pasa tan rapido! Pero q bueno q pudists disfrutarlo x muchos años! <3 abrazos

    ResponderEliminar

© María Paula Rodríguez. All rights reserved.
MINIMAL BLOGGER TEMPLATES BY pipdig