marzo 27, 2019

Mis primeros 15 días de enero


Escribir en este Blog siempre ha sido terapéutico para mi. Escribir se me da bien. Escribir me hace feliz. Por eso siempre supe que eventualmente escribiría sobre esto aquí. No es la primera vez que escribo algo "triste" y sin duda no será la última. 

Este año empezó de una forma muy extraña e impredescible. Los primeros 2 días del 2019 todo estuvo bien, viajamos a Quito para recibir el nuevo año con mi familia que vive allá. El 31 celebramos fin de año, el 1ero descansamos y el 2 festejamos mi cumpleaños. A pesar de no estar a mi 100% porque estaba con los estragos del embarazo, me sentí muy querida y la pasamos muy bien.

El 3 Edwin y yo regresábamos a Guayaquil y mis papás también, pero en un vuelo más tarde. Apenas aterrizamos en Guayaquil recibí una llamada de mi papá diciendome que estaban en el hospital porque a mi mamá le había dado como una parálisis facial, aún no sabían nada, la estaban atendiendo. Me quedé fría y le dije a Edwin... -no lo podíamos creer-. En menos de 24 horas yo estaba volando de regreso a Quito, a estas alturas ya sabía que mi mamá estaba en terapia intensiva y que no había tenido una parálisis, había tenido un infarto cerebral. 

No viajé sola, viajé con mi tía y por supuesto todos estaban preocupados por mi y por mi embarazo, de hecho Edwin no quería que viaje, pero cómo no hacerlo, ERA MI MAMÁ. 

Dios estuvo con nosotros todo el tiempo y 24 horas después mi mamá salió de terapia intensiva, estaba fuera de peligro, pero ahora nos esperaban días de monitoreo y observación para ver cómo estaba todo. Ella estaba bien, PERO, no podía hablar. Así es, no podía hablar, sus palabras no podían salir de su cuerpo, su cerebro no lograba hacerlo. Tampoco podía leer ni escribir, su cerebro estaba cansado. 

Se me hace un nudo en la garganta mientras escribo esto, porque si algo debo aceptar, es que verla así me resultaba la prueba más grande sobre paciencia. Me desesperaba pensar qué feo debia ser tratar de hablar y no poder hacerlo y al mismo tiempo cuántas cosas quería ella decirnos y no podía.

Fueron 11 días en el hospital a su lado, en un Quito más helado que nunca, con lluvias, pero con el calor de toda una familia apoyándonos, de lejos y de cerca. Mi papá pasaba la noche con ella y yo el día y la tarde. Habían tantas cosas por agradecer antes que por cuestionar y a pesar de que no era fácil estar embarazada y estar en un hospital, estar embarazada me hacía ver diferente toda la situación. Yo había estado pasando por unos achaques terribles, pero durante esos días digo que mi bebé y mi cuerpo sabían lo que estaba pasando y no me sentí mal. A pesar de estar sin Edwin, lo cual me resultó muy duro durante esos 11 días, no me sentí sola, sentía que me iba a dormir acompañada poniendo la mano en mi panza y así todos los días tenía una razón más de sentir que todo iba a estar bien. 

En estas fechas tenía un poco más de 3 meses y por ratos empezaba a notarse la panza.
Quiero compartir que en ningún momento llegué a cuestionar lo que estaba sucediendo o por qué nos había sucedido. Por qué a mi Mamá, una mujer saludable y responsable sobre todo con su salud, le había dado este cuadro. Simplemente me solté, me solté en la dificultad y en sobrellevarla y supe con certeza que en algún momento esta prueba acabaría, y eso, fue lo que me mantuvo centrada y estable. No podía pensar en negativo, no me llevaría a nada y además afectaría a mi bebé. Mi bebé me dio la calma que necesitaba. 

Creo que ese es el mayor aprendizaje que puedo compartir con ustedes de todo lo que pasó. Cuando se presenta una adversidad, solo debemos rendirnos y dejarnos llevar, teniendo la certeza de que las pruebas nos fortalecen sin ser un castigo, son parte de la vida y parte de nuestro crecimiento y por eso debemos darles las gracias. Además por más difícil que parezca todo, siempre si miras a tu alrededor hay algo por lo que puedes sentirte agradecido.


Pd: Mi mamá está recuperada y ha recuperado su lenguaje casi al 100%. Gracias a Dios :)
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